La RAZÓN, 3 enero 2007
Don Miguel de Unamuno contó la vivencia que un día le tocó vivir. Fueron momentos de sufrimiento… Concretamente, la esposa de Don Miguel estaba enferma. Llamaron a un eminente médico. “Mientras el médico, en la habitación, hacía una valoración de la enfermedad de mi esposa… yo, paseando nervioso por el pasillo… invocaba con el corazón… a Aquel que tanto… yo había negado… con mi mente…”
Leonardo da Vinci afirmaba: “Cuanto más oscuro está el cielo astronómico… más claras y brillantes se ven las estrellas”.
El dramaturgo Eugene Ionesco, durante una entrevista, manifestó: “No es cierto que hoy sean pocos los que invocan a Dios. Las personas lo buscan siempre. Quizá lo buscan en los ídolos de la canción, del deporte, de la política, del terrorismo… No es posible una sociedad sin Dios… No sé si, desde mi pobre fe, puedo decir que creo en Dios… pero sí sé –con seguridad – que Dios me falta.”
Es aquello que dice Osuna: “La ruptura de Dios… no suprime la necesidad de Dios”.
François Mauriac, escritor católico francés, Premio Nóbel de Literatura, confesaba: “Donde hay un corazón humano que sufre… allí pone Cristo su morada!. Y añadía: Dios no da una respuesta…a nuestras preguntas de ansiedad… Dios, Cristo, se da a Sí mismo”
J.M.Alimbau
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