HITLERITOS REDIVIVOS
Hoy nadie aprobaría ese pedazo de la historia cuyo protagonista se llama Hitler. Sin embargo, si procedimientos similares los utilizan instituciones ligadas a Harvard (namber guan cuyo prestigio lo justifica todo) en nombre de la ciencia (palabra mágica ante la que hay que agachar la cabeza), el progreso (falacia más mágica que enmascara a veces las mayores hipocresías) y el estado de bienestar (sintagma perspicuo, eufemismo de "que se jodan los demás"), ya nadie se escandaliza. O casi nadie. Muy poco comprometido era Roberto Carlos (el cantante, no el futbolista), cuando dijo: "Yo no estoy contra el progreso si existiera un buen consenso", porque hay cuestiones en las que no es posible el consenso. Lo de Hitler es injustificable, se vote sí o se vote no, como lo que voy a contar a continuación.
En el periódico The Boston Glove, del 10 de agosto de 2007, aparece una noticia, firmada por Carey Goldberg, en la que se da cuenta del sistema de eufemística "interrupción del embarazo" de 20 o más semanas, en tres hospitales de Massachussets ligados a la universidad namber guan. Como el feto en ese momento ya está absolutamente formado y todas sus funciones vitales son perfectas (mejores que las tuyas y las mías, sin dioptrías ni almorranas), para evitar que salga vivo e impresione, y obligue además a matarlo fuera de la madre, le propinan, antes de sacarlo, una inyección letal que tiene exactamente las mismas características que la que se inflige a los condenados a muerte en ese país.
Yo quisiera que, con la mano en el corazón, el hombre o la mujer más abortista del planeta me dijera qué nombre ponerle a esa acción. He visto muchas películas de judíos sacrificados, de atentados del IRA, la ETA o Al Qaeda, de guerras civiles, mundiales, y me pregunto: ¿Por qué, cuanto más sabe el hombre sobre cómo mejorar y alargar la vida, utiliza los mismos conocimientos para quitarla? ¿No será que lo que ocurre es que el hombre, cuanto más sabe, más se cree que puede hacer lo que le dé la gana, sin ningún tipo de restricción ética o de sentido común? Es cierto que el conocimiento amplía la libertad: cuanto más se sabe sobre algo, mejor se puede elegir. Por eso, el que hace la ley hace la trampa. Esta máxima, si se aplica al dominó o al fútbol, no deja de ser una picardía inocentona. Pero cuando están en juego millones de vidas humanas, el problema rebosa gravedad. Que se lo digan a los judíos de la 2GM, a los armenios, a los palestinos y a los exniños de esos hospitales de Boston. Y que no se enteren, porfa, en la Moncloa, vayamo a poyiya.
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