Entrevista concedida a UCA news (www.ucanews.com) por Mons. Malcom Ranjith, Secretario de la Congregación para el Culto Divino en la que explica algunos aspectos de la reciente Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis. Tras revisar el texto, el propio Arzobispo señaló en detalle los documentos que cita.
Puede descargarse de: http://r80.myftp.org/ronda80/doc/liturgia/Ranjith.RTF
Pregunta. ¿Cómo se ha llevado a cabo en Asia la renovación litúrgica que inició el Vaticano II; cuáles han sido sus logros y sus resultados negativos?
Respuesta. Hablando en general ha habido muchos cambios en el modo en que la liturgia se ha celebrado en Asia desde el Concilio. Los que de nosotros crecimos bajo las orientaciones litúrgicas de los tiempos preconciliares conocemos bien estos cambios y cómo afectaron nuestra vida como católicos
Como indica su pregunta entre los resultados ha habido de todo. Entre los cambios positivos veo el uso de la lengua vernácula que nos ayudó a encauzar nuestra fe hacia una mejor comprensión de la palabra de Dios, las rúbricas de la Liturgia misma, y una participación más activa y comunitaria en la celebración de los sagrados misterios.
También se intentaron adaptaciones a las prácticas de la cultura local, aunque no siempre con buenos resultados. El uso de la lengua vernácula ayudó a veces a crear un vocabulario teológico en el idioma local que eventualmente fue útil para la evangelización y la presentación del mensaje del evangelio a personas de tradiciones religiosas no cristianas, que son la inmensa mayoría del pueblo de Asia.
Algunos aspectos negativos fueron el casi total abandono de la lengua latina, de la tradición y del canto; una demasiado fácil interpretación de aquello que podía ser absorbido desde las culturas locales en la Liturgia; un ambiente de desconcierto sobre la verdadera naturaleza, contenido y significado del rito Romano y de sus normas y rúbricas, que propició una actitud de experimentar libremente; cierto sentimiento anti-Romano, y una aceptación acrítica de todo tipo de “novedades” resultantes de esquemas litúrgicos y teológicos de corte humanista y secularizante llegados al Este.
Estas novedades a menudo fueron introducidas, quizá sin darse mucha cuenta, por algunos misioneros de fuera que las trajeron desde sus ciudades de origen, o por gente de aquí que habían ido a esos otros países por estudios o otros motivos, y quedaron impregnados acríticamente de un cierto tipo de “libre espíritu” que algunos círculos crearon en torno al Concilio.
El abandono de las esferas de lo Sagrado, de lo Místico y de lo Espiritual y su sustitución por un tipo de horizontalismo empirista fue muy dañino para el espíritu de aquello que realmente constituye la liturgia.
Pregunta. ¿Qué relevancia tiene la nueva Exhortación sobre la Eucaristía para la Iglesia en Asia?
Respuesta. En su conjunto, el documento es para mí algo que me reevoca, en el verdadero sentido de la palabra, la reforma de la liturgia tal como fue deseada y entendida por el Concilio. Quiero decir que no es un rechazo de los desarrollos positivos de la reforma litúrgica que está hoy día en marcha, sino una expresión de la necesidad de ser verdaderamente fiel al sentido de la Sacrosantum Concilium (Constitución sobre la Sagrada Litúrgia, Concilio Vaticano II, promulgada por el Papa Pablo VI el 4 de diciembre de 1963).
En cierto sentido se puede afirmar que documentos como Ecclesia de Eucharistia de Juan Pablo II (17.IV.2003), Liturgiam Authenticam de la Congregación para la Doctrina de la Fe (7.V.2001) y Redemptionis Sacramentum de la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos (23.V.2004), ya habían comenzado los necesarios ajustes según la mente de las indicaciones del Concilio.
La Sacramentum Caritatis culmina todo esto con una realmente profunda, mística y a la vez muy fácil e inteligible catequesis sobre la Eucaristía, trayendo a la luz lo mejor y el significado completo de este Santísimo Sacramento. El Papa Benedicto nos quiere hacer entender y vivir la Eucaristía en su totalidad.
Pienso que en el contexto de Asia tal mensaje será naturalmente bien apreciado, valorado y vivido. Las orientaciones básicas de Sacramentum Caritatis refleja valores de Asia como el aprecio por el silencio y la contemplación, la aceptación de que existe una vida más profunda más allá de lo tangible, el respeto a lo sagrado y a la mística, y la búsqueda de la felicidad en una vida de santidad y de renuncia.
El hincapié hecho sobre estos aspectos hace de la Sacramentum Caritatis una contribución valiosa e importante orientada a hacer que los católicos de nuestro continente vivan la eucaristía de modo verdaderamente asiático.
Pregunta. ¿Qué aspectos del documento son más importantes para los obispos de Asia, los sacerdotes y los creyentes católicos?
Respuesta. Desde un punto de vista general la llamada a considerar la Sagrada Eucaristía como invitación a encontrarse con Cristo mismo, a ser absorbido por él, modelado por él en una profunda comunión de amor, haciendo así que su propio esplendor glorioso brille en nosotros, está verdaderamente en línea con la búsqueda de misticismo espiritual en el continente asiático.
Como ya dije, Asia es profundamente mística y consciente del valor de lo sagrado en la vida humana, moviendo al ser humano a buscar en la profundidad de los misterios de la religión y de lo espiritual. La tendencia a banalizar la celebración de la Eucaristía con una especie de orientación horizontal, a menudo visible en los tiempos que corren, no va de acuerdo con esta búsqueda. Por lo tanto, la orientación general del documento es buena para Asia.
Yendo a detalles, yo diría que estamos ante algo muy serio, la tendencia a acentuar siempre la profunda naturaleza espiritual y trascendental de la Eucaristía, su carácter cristocéntrico, la adhesión confiada a las rúbricas y a las normas (nn. 39-40), la preocupación por la sobriedad (n. 40), el sentido apropiado y digno de la celebración, el uso del arte y la arquitectura adecuados, el canto y la música, y evitar la improvisación y el desorden, todo ello refleja el modo asiático de vivir el culto y la espiritualidad. El pueblo de Asia es un pueblo que reverencia lo divino, cuyas formas de culto cuentan con siglos de antigüedad y no son invenciones de cualquier individuo por su cuenta.
La adhesión a las rúbricas en otras tradiciones religiosas en Asia es muy estricta. A la vez, esas rúbricas son un profundo reflejo del papel especial de lo Sagrado. Así pues, la seriedad recomendada por el Sumo Pontífice está totalmente en consonancia con el modo de dar culto en Asia.
Pregunta. Tras el Concilio Vaticano II se habló mucho, incluso entro los obispos asiáticos de la necesidad de la inculturación de la Liturgia. ¿Cómo se ha llevado a cabo en las iglesias de Asia? ¿Quedan cosas pendientes, o es un proceso abierto sin fecha de conclusión?
Respuesta. Como el mismo Papa afirma en la Sacramentum Caritatis, el principio de la inculturación “se debe mantener de acuerdo con las necesidades reales de la Iglesia, que vive y celebra el mismo misterio de Cristo en situaciones culturales diferentes” (n. 54). Sabemos que es una necesidad emergente en dos sentidos: la llamada a la evangelización o encarnación del mensaje evangélico en culturas diversas, y el requerimiento de una real y consciente participación del creyente en aquello que se celebra.
No obstante ya la Sacrosanctum Concilium señalaba unos parámetros claros dentro de los cuales tenían que realizarse la adaptaciones de la liturgia a los esquemas culturales locales. En ella se habla por ejemplo de que se admitan en la liturgia elementos que “armonicen con su espíritu verdadero y auténtico” (SC 37), que aseguren que “la unidad sustancial del rito Romano se mantenga” (SC 38), la verificación de tales cosas es decidida por la autoridad eclesiástica competente, es decir, la Santa Sede y, donde estuviera legalmente permitido, los obispos (cfr. Sacrosanctum Concilium 22: 1-2). También hace una llamada a la prudencia en la elección de adaptaciones que se quieren introducir en la Liturgia (SC 40:1), la necesidad de someter tales cosas a la Sede Apostólica para permitir, si fuese necesario, un periodo de experimentación limitado (SC 40:2) antes de su aprobación final, y la consulta a expertos en la materia (SC 40: 3).
Sacramentum Caritatis sigue en la misma línea de que las adaptaciones de la liturgia a las tradiciones culturales locales se realice de acuerdo con lo establecido por las diversas directrices que ha ido dando la Iglesia, y asegurando un sentido de equilibrio “entre los criterios y directrices ya instaurados y las nuevas adaptaciones” (n. 54), y todo esto también “siempre de acuerdo con la Sede Apostólica (n 54). En resumen, inculturación mediante adaptaciones sí, pero siempre dentro de parámetros claros que aseguren la dignidad y la ortodoxia.
Contemplando lo que se ha realizado hasta el momento uno no puede por menos de estar satisfecho. Algunos desarrollos positivos son visibles, como el uso a gran escala de la lengua vernácula en la liturgia que permite entender mejor los sacramentos y participar en ellos en mayor medida, y el uso del arte, de la música y de los gestos asiáticos en el culto. Pero muchas arbitrariedades e inconsistencias también se pueden ver, por ejemplo la permisión de todo tipo de experimentos con visos de oficialidad de tales prácticas, sin un estudio apropiado o una evaluación crítica.
Escuché una vez por radio una conferencia dada por un monje Budista en Sri Lanka que ridiculizaba a los cristianos por permitir hacer sonar los tambores en sus iglesias sin darse cuenta de que aquellos golpes de hecho eran cantos de alabanza a Buda. Esto sería sólo un ejemplo de la absorción precipitada de tradiciones locales que son per se incompatibles con lo que nosotros celebramos.
Cuando hablo de inconsistencia quiero decir practicas que hemos introducido como adaptaciones, pero que per se son incompatibles con nuestra cultura, como por ejemplo hacer sólo una inclinación en lugar de una genuflexión o una postración ante la Sagrada Eucaristía, o recibir la comunión en la mano estando de pie, cosas todas que están muy lejos de los niveles de reverencia que en Asia se da a lo sagrado. En algunas zonas, en lugar de introducir vestiduras o utensilios que sean reflejo de los valores locales, más bien han reducido al mínimo o incluso abandonado su uso. En ocasiones me quedé perplejo viendo a sacerdotes e incluso obispos celebrando o concelebrando sin la vestimenta litúrgica apropiada. Esto no es inculturación sino desculturación, si es que existe esa palabra.
La inculturación significa decidir qué ropa litúrgica es digna y respetuosa con las realidades sagradas que se celebran, no abandonarlas. Creo que las Comisiones Episcopales de Liturgia en Asia, en sus niveles continental regional o nacional, deben, con la ayuda de expertos, estudiar estos temas cuidadosamente, y encontrar medios y modos de promover el significado, la dignidad y la sacralidad de los divinos misterios que se celebran mediante adaptaciones sólidas, seleccionadas con sentido crítico y propuestas a la Santa Sede para su aprobación pertinente.
Es necesario que en estas materias haya un espíritu de colaboración más estrecha con la Santa Sede. Hay mucha ligereza en estos temas, e incluso una actitud de “¿quién decide?” que deja las cosas a una interpretación libre y a la creatividad de personas privadas. Junto a esto, me pregunto si hay suficiente conciencia de lo que el mismo Concilio mencionó sobre esta materia y de las directrices dadas en la Varietates Legitimae de la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos (25.I.94) y del n. 22 de Ecclesia in Asia de Juan Pablo II (6.XI-1999).
Pregunta. En el n. 54 de Sacramentum Caritatis el Papa Benedicto aboga por “proseguir el proceso de inculturación en el ámbito de la celebración eucarística” y reclama las “adaptaciones apropiadas a los diversos contextos y culturas”. ¿Qué significa esto en Asia?
Respuesta. Asia es generalmente considerado como el continente de la contemplación, del misticismo y de una mirada profundamente espiritual sobre la vida. Estas adaptaciones pueden resultar e incluso orientar hacia los orígenes de la mayoría de las religiones mundiales de este continente. Cualquier intento de inculturación de la liturgia o de la vida cristiana no debe pasar por alto estas profundas orientaciones místicas típicas de Asia.
Como Cristianos debemos mostrar que el Cristianismo es asiático en su origen y que es portador de incluso un más profundo sentido de misticismo del que tienen o puede desear tener en común con otros. Sería una pena que nos esforzáramos por planear nuestra fe como si se tratase de un apéndice de la cultura secular y globalizante que llevan consigo los valores seculares, e intentáramos hacerlos presente en Asia. Por desgracia, a veces, por nuestro modo de hacer las cosas estamos dando esta imagen y esto nos hace ser como extraños en nuestro propio continente.
Tome usted por ejemplo el abandono masivo de la sotana o de la indumentaria religiosa por parte de muchos sacerdotes y religiosos en Asia, incluso misioneros. A duras penas logran entender que en la cultura asiática las personas dedicadas a Dios o a la religión son siempre reconocibles por su modo de vestir, por ejemplo el monje Budista o el santón Hindú. Esto muestra claramente que no entendemos el verdadero sentido de la inculturación. Muy a menudo la inculturación se limita a un baile o dos durante la Santa Misa, o a echar unas flores, o a hacer sonar un tambor.
Y en cambio, nos vamos de cabeza y corazón tras modas y valores seculares. Si fuéramos verdaderos asiáticos pondríamos más atención en el misticismo de Jesús, en su mensaje de salvación, en el gran valor de la oración, de la contemplación, del desasimiento, de la sencillez de vida, de la devoción y la meditación y del valor del silencio, y en todas aquellas formas de celebración litúrgica que ponen gran atención en lo Sagrado y lo Trascendente. Nosotros, asiáticos, no podemos estar como “secularizados” que no ven nada más allá de lo visible y tangible.
Así también en la Liturgia, en lugar de concentrarnos en unos pocos gestos exteriores de valor cosmético, deberíamos enfocar la atención en acentuar las riquezas espirituales y místicas que han llegado hasta nosotros, y hacerlas resaltar más y más incluso en nuestro modo de vestir y de comportarnos. La Iglesia universal podría salir ganando de tener una iglesia en Asia que se hace expresión tangible del misticismo cristiano en un modo asiático.
Pregunta. En relación con la inculturación el Papa Benedicto anima a las “Conferencias Episcopales que favorezcan el adecuado equilibrio entre los criterios y normas ya publicadas y las nuevas adaptaciones, siempre de acuerdo con la Sede Apostólica” ¿Están trabajando en esta línea las Conferencias Episcopales de Asia?
Respuesta. En general encuentro muy buena voluntad por parte de las Conferencias Episcopales en esta materia, sin embargo, también hay problemas. Como ya dije sería mejor tener un claro espíritu de coordinación entre la FABC (Federación de Conferencias Episcopales de Asia) y nuestra Congregación en esta materia. La FABC tiene organismos de coordinación regional para el desarrollo humano, para la evangelización, para la inculturación, para el ecumenismo y el diálogo, para la educación, para las comunicaciones sociales, etc., pero no tengo noticia de que exista tal organismo para la liturgia y el culto. Establecer un organismo regional de este tipo sería sin duda de gran ayuda.
La Liturgia es importante ya que “lex orandi, lex credendi”. Tal organismo estaría en condiciones de animar y concienciar adecuadamente a las Comisiones Episcopales de Liturgia sobre este componente tan importante de la vida eclesial. Aún queda mucho trabajo por hacer para lograr mejores resultados.
El “adecuado equilibrio” del que habla el Papa se debe a la necesidad de asegurar por un lado un sano espíritu de apertura a la inculturación en la liturgia y por otro la necesidad de salvaguardar el carácter universal de la liturgia Católica, un tesoro confiado a la Iglesia en su ya bimilenaria tradición.
Pregunta. ¿Puede decirnos un ejemplo concreto de qué significa “adecuado equilibrio entre los criterios y normas ya publicadas y las nuevas adaptaciones”?
Respuesta. Por “adecuado equilibrio” el Santo Padre entiende por un lado fidelidad a la Universal y Católica Tradición en lo relativo a la celebración de la Sagrada Eucaristía, que el mismo Rito Romano custodia, y por otro el espacio que proporcionan la Sacrosanctum Concilium y la Varietates Legitimae para hacer adaptaciones. Como indica el n. 21 de Sacrosanctum Concilium existen elementos no cambiables divinamente instituidos” y “elementos sujetos a cambio” en la Liturgia. Sólo los últimos pueden ser modificados e incluso estos cambios serán hechos sobre la base de las normas que el Concilio mismo emanó en el cap 3 del mencionado documento.
En el caso de la Eucaristía el enfoque es el mismo. La Eucaristía no es meramente lo que la Iglesia hace, sino lo que el propio Señor nos donó, un tesoro para custodiar. Por eso, si algunas exigencias de evangelización y de inculturación del mensaje evangélico en situaciones diversas reclaman un cierto grado de diversidad, esto no deber ser dejado al capricho y espontaneidad del individuo celebrante. Las áreas susceptibles de diversidad son limitadas, y pertenecen a las áreas de lenguaje, música y canto, gesto y posturas, arte y procesiones (SC 39). En estas áreas la adaptación es posible y debe ser llevada a cabo después de un estudio adecuado, la aprobación debida de los obispos y luego el consentimiento de la Sede apostólica (SC, Capítulo 3).
El sentido del equilibrio entre salvaguardar las cosas esenciales y buscar integrar los elementos culturales locales es muy necesario, si la Iglesia desea progresar espiritualmente. Al mismo tiempo, considero que es más esencial no sólo las adaptaciones de ese tipo, sino la celebración noble y digna de cada acto litúrgico, haciendo que reflejen el misticismo del Este. Creo que esto sería más útil que una mera serie de adaptaciones externas, incluso aquellas introducidas siguiendo los procedimientos establecidos.
Además, el amor al silencio, una atmósfera contemplativa, el canto y la música que reflejen los divinos misterios que se celebran sobre el altar, la vestimenta decorosa y sobria, y el arte y la arquitectura que reflejen la nobleza de los lugares y objetos sagrados, todos ellos son valores asiáticos, que a menudo también se encuentran en lugares de culto de otras religiones, y que son más expresivos de un verdadero estilo asiático de la liturgia.
Pregunta. En el n. 87 de la Exhortación, el Papa expresa su preocupación por las graves dificultades que afrontan las comunidades cristianas “donde los cristianos son minoría o se les niega la libertad religiosa” y donde “simplemente el hecho de ir a la iglesia representa un desafío heroico que puede acarrearles marginación o violencia” ¿Se estaba refiriendo a las comunidades cristianas en Asia?
Respuesta. El Santo Padre expresaba su aprecio y su aliento ante los desafíos heroicos para algunos cristianos para quienes la práctica de la fe les obligaba a afrontar la persecución y el sufrimiento. Cuando hablamos de estas difíciles situaciones, la referencia directa es a los lugares donde hay una obstrucción explícita y una persecución de las comunidades cristianas. Tales dificultades son motivadas en ocasiones por factores políticos y otras veces por factores religiosos.
Algunas naciones quieren imponer iglesias promovidas por el Estado para controlar así la comunidad católica. Este último tipo de actitud busca cortar de raíz el vínculo jerárquico entre estas iglesias y la de Pedro, para conseguir debilitarlas desde dentro. Tales intentos son infructuosos, ya que los vínculos espirituales de esta manera no pueden ser rotos. Pues el vínculo de cada comunidad eclesial con la Iglesia universal, el cuerpo místico de Cristo, continúa manteniéndose.
Sin embargo, para mí, hay otra tipo de situación más importante. Se presenta mucho en Asia, pues debido al predominio de una u otra religión del mundo, las restricciones y controles se focalizan sobre la iglesia católica. En situaciones de este tipo se da una forma peor de hostigamiento no declarado hacia los católicos. Los misioneros son rechazados, es difícil construir edificios eclesiásticos al no tener garantizado el permiso; las manifestaciones públicas de la fe están bajo control; se establecen restricciones para la educación católica; se proponen o se hacen leyes contra la conversión, y se perpetran todo tipo de actos de discriminación. En resumen, en tales situaciones, uno necesita verdadero heroísmo para profesar y practicar la propia fe.
No quiero nombrar explícitamente estos países, por razones obvias, pero todo el mundo conoce cuáles son. Habida cuenta de esta situación la voz del Supremo Pontífice clamando “para una mayor libertad religiosa en cada nación de manera que los cristianos y los seguidores de otras religiones puedan expresar libremente sus convicciones tanto individualmente como en comunidad” (Sacramentum Caritatis, 87), es absolutamente tempestiva.
Pregunta. En el n. 62 de la Exhortación, el Papa propone la celebración de la Misa en latín y el uso del canto gregoriano en algunas ocasiones y en parte de la liturgia ¿Qué piensa usted de la acogida que tendrá esto por parte de los católicos de Asia? ¿Ha detectado usted que haya deseo por la misa en latín entre los católicos de Asia?
Respuesta. Sacrosanctum Concilium nunca abogó por le abandono total del latín o del canto gregoriano. Estableció que “se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular... Sin embargo, como el uso de la lengua vernácula es muy útil para el pueblo... se le podrá dar mayor cabida, ante todo, en las lecturas y moniciones, en algunas oraciones y cantos” (Sacrosanctum Concilium 36, 1-2). A la vez, desea que se de “el lugar debido a la lengua vernácula, principalmente en las lecturas y en la "oración común" y, según las circunstancias del lugar, también en las partes que corresponden al pueblo” (Sacrosanctum Concilium 54).
En ese mismo lugar, el Concilio desea que se preste cuidado para que se “procure que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde” (Sacrosanctum Concilium, 54).
La cuestión es que, para la Sacrosanctum Concilium, la lengua vernácula no es la lengua normal de la liturgia, sino que lo es el latín, permitiendo que la vernácula se use en momentos específicos como las lecturas, algunas oraciones y cantos y las partes que pertenecen al pueblo. Es muy notable que reclama el uso del latín incluso “en aquellas partes del ordinario de la misa que pertenecen al pueblo” (Sacrosanctum Concilium, 54).
Por desgracia muy poco después del Concilio tuvo lugar prácticamente en todo el mundo un abandono casi total del latín, de tal forma que sólo la generación más antigua de católicos de Asia tiene noción del uso del latín en la liturgia y del canto gregoriano. Con la fuerte vernacularización de la liturgia y de la formación en los seminarios, el uso del latín desapareció casi completamente en la mayor parte de Asia.
Esto es más bien lamentable. No estoy seguro si hay un marcado anhelo para la vuelta del latín en la liturgia en Asia. Me gustaría que así fuese. Algunos católicos que se dan cuenta de la belleza del latín manifiestan este deseo. Ellos han visto o han experimentado liturgias celebradas en latían en Roma o en otras partes del mundo, y han quedado fascinados por ella. Otros están fascinados por el Rito latino antiguo, la Misa de Pío V que se celebra ahora en algunos lugares de Asia.
Pero la mayor parte de los católicos de Asia aún no se dan cuenta del valor del latín en la Santa Misa. Pienso que ellos tendrían algo que decir si se reintrodujese de alguna forma el latín. A ellos podría gustarles y conociendo el espíritu de devoción del que son portadores los católicos asiáticos les ayudaría seguramente a profundizar incluso aún más en su fe. Nuestro pueblo sabe que no todas las realidades divinas están al alcance del entendimiento humano y que ha de haber lugar para cierto sentido de misterio espiritual en el culto.
Además, sería bueno para la iglesia en Asia no quedar separados de las tendencias que están emergiendo por todas partes, una de las cuales es un renovado aprecio de la herencia latina bimilenaria de la Iglesia. Esto no quiere decir que abandonemos la lengua vernácula y abracemos el latín in toto. Un uso sobrio y con sentido común del latín, así como de la lengua vernácula en la línea de lo que señalaba Sacrosanctum Concilium sería una ganancia para todos. Además, en Asia algunas otras religiones han preservado un lenguaje “litúrgico” oficial, como el sánscrito para el hinduismo o el pali para el budismo. Estos no son lenguajes hablados, sólo se usan en el culto ¿no nos estarán dando una lección de que un “lenguaje litúrgico” que no es de uso común, puede expresar de la mejor manera el misticismo inherente de lo Sacro en el culto?
Pregunta. El Papa quiere que “los sacerdotes del futuro” aprendan latín en los seminarios, lo mismo que lean textos en latín y canten canto gregoriano. ¿Cómo piensa usted que los jóvenes estudiantes asiáticos para el sacerdocio consideran esta llamada? ¿Será bien recibida en los seminarios de Asia a esta medida?
Respuesta. No es cuestión de ser bien recibida o no; considero que es una necesidad y que más bien que caer en una mentalidad estrecha e individualista, o en un puro acercamiento empírico a la fe, que como es obvio no es el modo asiático y no da lugar para entender aquello que es trascendente, nuestros sacerdotes y seminaristas han de ser alentados para abrirse a la realidad más amplia de su fe, que es católica y universal, de sus raíces y desarrollo bimilenario y de sus dimensiones místicas y sagradas. Y, puesto que el latín está en la raíz de muchos desarrollos en teología, en liturgia, y en disciplina eclesiásticas, los seminaristas y los sacerdotes deben ser alentados a aprenderlo y a usarlo.
Esto ayudaría a la Iglesia en Asia no sólo a acoger mejor el contenido del depositum fidei y de su desarrollo, sino también a descubrir un genuino lenguaje teológico capaz de presentar la fe de manera convincente a los pueblos de Asia (cfr. Ecclesia in Asia, 20). Aprender latín de ninguna manera es volver atrás, sino más bien al contrario ir hacia delante. Sólo de esta manera puede tener lugar un verdadero y profundo proceso de inculturación. Una así llamada teología que no esté enraizada en las fuentes de la Sagrada Escritura y de la Tradición de la Iglesia, que no rece de rodillas y que no esté iluminada por la luz de una vida santa, no es otra cosa que una algarabía que no puede menos de llevar al desorden y a la confusión.
Esto mismo es aplicable a la Liturgia. El latín es la lengua litúrgica ordinaria de la Iglesia. En el origen y en el desarrollo del rito Romano jugó un papel principalísimo. Por eso, un conocimiento suficiente de esta lengua facilitaría entender mejor y apreciar más la belleza de lo que se está celebrando. Como afirmó el Santo Padre “la belleza de la liturgia es parte de este misterio; es expresión eminente de la gloria de Dios y, en cierto sentido, un asomarse del Cielo sobre la tierra” (Sacramentum Caritatis n. 35).
Celebrar en latín por tanto ayudaría a construir un sentido de respeto y admiración, así como un profundo legamen espiritual con aquello que el Señor mismo inspiró para que la Iglesia asumiera como su forma de culto. Esta apertura al latín también ayudaría a los estudiantes a apreciar mejor el papel del canto gregoriano en la iglesia. El Santo Padre desea que sea “cuidadosamente estimado y empleado”, por ser “el canto propio de la liturgia romana” (Sacramentum Caritatis 42). Captar la sencillez y belleza de esta gran forma musical también ayudaría a sacerdotes y seminaristas con talento, en Asia, a recibir inspiración del mismo y hacerles capaces de componer formas de canto dignas y piadosa,s que podrían armonizar muy bien con la cultura local. Parece muy presuntuoso decir que el uso del canto gregoriano dañaría la inculturación de la liturgia Más bien le beneficiaría.
Pregunta. ¿Hay alguna otra cosas que usted desee decir al las iglesias de Asia a propósito de la Exhortación y de cómo llevarla a la práctica?
Respuesta. Una mirada atenta a la Sacramentum Caritatis me convence cada vez más de que no sólo es un tesoro de información, inspiración y de verdadera pastoral, sino también una profunda reflexión teológica sobre la Eucaristía, que no obstante necesita ser complementada con lo que fueron los auténticos deseos del Concilio Vaticano II y de su documento sobre la Liturgia Sacrosanctum Concilium. La reforma postconciliar de la liturgia si bien es laudable en algunos aspectos, no ha plasmado completamente el espíritu del Concilio.
Como afirmó el Card. Ferdinando Antonelli cuando era miembro de la Comisión que trabajó en la reforma: “no estoy satisfecho de este espíritu. Encuentro espíritu crítico e impaciencia hacia la Santa Sede, que no hace presagiar nada bueno. Es decir, todo son estudios acerca de la racionalidad de la Liturgia pero no hay preocupación por la verdadera piedad. Temo que, un día, alguien diga de toda esta reforma lo que se dijo de la reforma de los himnos en tiempos de Urbano VIII: accepit liturgia recessit pietas (conforme progresa la liturgia regresa la piedad); en nuestro caso, accepit liturgia recessit devotio (conforme progresa la liturgia regresa la devoción). Me gustaría equivocarme” (del diario del Card. Antonelli, 30.IV.1965).
Hemos visto mucha banalización y oscurecimiento de los aspectos sagrados y místicos de la liturgia en muchos sitios de la Iglesia en nombre del así llamado “Konzilsgeist” (espíritu del Concilio).
Más o menos en los últimos veinte años la Iglesia ha vigilado por la rectitud de la reforma litúrgica y lo ha hecho en línea con las indicaciones de la Sacrosanctum Concilium. Documentos como la Liturgiam authenticam, Varietates Legitimae, Redemptionis Sacramentum y Ecclesia de Eucharistia son parte de este intento. Y la Sacramentum Caritatis, que es un documento colegial que recoge las proposiciones del Sínodo de los Obispos sobre la Sagrada Eucaristía, es el momento culminante, yo diría, de ese curso de poner las cosas derechas. Verdaderamente es un enderezamiento de las cosas y debe ser bienvenida, apreciada, estudiada y puesta en práctica.
La herencia cultural de Asia es profundamente religiosa y consciente del valor de lo sagrado y de los místico en la vida humana. Por eso la iglesia de Asia da la bienvenida a este documento y a sus orientaciones, que están dirigidas claramente a restablecer los profundos valores de la espiritualidad y de la fe en la liturgia de todo corazón, y a dar los pasos necesarios para llevar a cabo sus indicaciones con tanto celo y fidelidad como sea posible.
Estos son mis deseos para la iglesia de Asia, el continente del misticismo.
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