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lunes, 9 de abril de 2007

Interesante entrevista al Secretario de la Congregación del Culto Divino, publicada en Internet.

It is the Holy Father Who Will Decide, publicada en «Inside the Vatican», (2/2007) 16-18; la entrevista se puede buscar en la página de la revista:

www.insidethevatican.com;

También se encuentra en:

http://forestmurmurs.blogspot.com/2007/02/interview-with-archbishop-malcolm.html

http://www.panodigital.com/actualidad_eclesial/el_papa_decidira

El Papa Decidirá

Entrevista a Mons. Ranjith, Secretario de Culto Divino.

Entrevista realizada por Anthony Valle

Todos los que están interesados en la liturgia de la Iglesia se preguntan si el Papa publicará pronto un motu proprio que permita la celebración de la Misa tradicional y, en caso de hacerlo, que dirá. Uno de los liturgistas del Vaticano vierte luz sobre los planes del Papa.

ANTHONY VALLE: Su Excelencia, usted ha sido generoso concediendo varias entrevistas a la prensa internacional relacionada con liturgia desde se convirtió en el secretario de la Congregación para el Culto Divino. Algunas de sus declaraciones han sido mal interpretadas y produjeron controversias en vez de la pretendida claridad. ¿Le gustaría aclarar alguna cosa?

MONSEÑOR MALCOM RANJITH: En lo que yo deseaba insistir en esas entrevistas fue en que la reforma pos-conciliar de la liturgia no ha podido lograr las esperadas metas de renovación espiritual y misional en la Iglesia de forma que hoy pudiéramos estar verdaderamente contentos con ella.

Indudablemente también ha habido resultados positivos: pero los efectos negativos parecen haber sido mayores, causando mucha desorientación en nuestra jerarquía.

Las iglesias se han vaciado, el libre cambio litúrgico se ha puesto a la orden del día, y la verdadera intención detrás de las apariencias y el significado de eso que es celebrado ha quedado obscurecido.

Uno tiene entonces que empezar a preguntarse si la reforma que de hecho se dio en el proceso se dirigió adecuadamente. De este modo, nosotros necesitamos fijarnos bien en lo que ha ocurrido, rezar y reflexionar acerca de sus causas y con la ayuda del Señor actuar para hacer las correcciones necesarias.

VALLE: Da la impresión de que el Papa Benedicto XVI fuera a publicar el motu proprio para liberalizar el uso de la Misa Tridentina tradicional. Algunos esperan que el motu proprio del Papa instituirá una estructura jurídica que permitirá a los sacerdotes celebrar la Misa Tradicional sin ser injustamente acosado y continuamente frustrado y, aquí viene la ironía, no por personas de otras creencias o las autoridades seculares, sino por sus propios pastores y obispos. ¿Es realista esta esperanza de un nuevo aparato jurídico? ¿Es necesario tal aparato?

RANJITH: Bien, existe esta creciente llamada a una restauración de la Misa Tridentina. E incluso ciertas destacadas figuras de la elite han hecho apelaciones públicas por esta Misa recientemente en algunos periódicos.

El Santo Padre, estoy seguro, tomará nota de esto y decidirá lo mejor para la Iglesia.

Usted habla de la posible realización de estructuras jurídicas nuevas para la aplicación de tales decisiones. No pienso que esto sea el problema. Más bien lo más importante en todo esto es la actitud pastoral.

¿Denegarán los obispos y los sacerdotes las peticiones de Misas Tridentinas y de esa forma crearán también una necesidad de estructuras jurídicas para asegurar la ejecución de la decisión del papa? ¿Debería ir la cosa por ahí?

Yo sinceramente espero que no sea así.

La pregunta apropiada que los pastores tienen que hacerse así mismos es: ¿Cómo puedo yo como obispo o como sacerdote atraer a las personas a Cristo y a su Iglesia?

No es tanto un asunto de Misa tridentina o de Novus Ordo. Sino que es justamente una pregunta de sensibilidad y responsabilidad pastoral.

Y así, si las Misas Tridentinas son un medio para lograr un mejor nivel de enriquecimiento espiritual en los fieles, entonces los pastores las deberían permitir.

Lo importante no es por tanto el "que" sino el "como". La Iglesia siempre debería tratar de ayudarle a nuestros fieles a acercarse al Señor, para sentirse interpelados por Su mensaje y responder a Su llamada generosamente. Y si eso puede ser logrado a través de la celebración de la Misa del Novus Ordo o de la Misa de Pío V, bien, entonces debería ser concedido el espacio necesario a lo que es mejor en vez de meterse en una innecesaria disputa teológica que nos aboca a la división. Cosas así necesitan ser decididas mediante el corazón y no tanto a través de la cabeza.

Después de todo, el papa Juan Pablo II hizo una súplica personal en Ecclesia Dei Adflicta de 1988 a los obispos, llamándoles a ser generosos sobre este punto con los que desean celebrar o participar en el Misa Tridentina. Además, deberíamos recordar que la Misa Tridentina no es algo que le pertenezca sólo a los seguidores del Arzobispo Lefebvre. Es nuestra herencia como miembros de la Iglesia Católica.

El Concilio Vaticano II, como el Papa Benedicto tan claramente dijo en su discurso a los miembros de la Curia Vaticana en diciembre de 2005, no se pensó como un comienzo completamente nuevo, sino como una continuidad con un sentido del entusiasmo renovado y un punto de vista nuevo que responda mejor a las necesidades pastorales en este tiempo.

Aparte de eso, también tenemos la seria pregunta sobre la disminución del número de creyentes en algunas de las iglesias del mundo occidental. Tenemos que preguntarnos a nosotros mismos que ocurrió en esas iglesias y entonces dar los pasos para corregir lo que sea necesario. No creo que esta situación sea atribuible solo a la secularización. Una profunda crisis de fe combinada con un viaje por la experimentación litúrgica y la novedad sin sentido han tenido su propio impacto en este asunto. Hay mucho formalismo y mucha insulsez evidente a la vez.

De este modo, necesitamos recobrar un verdadero sentido de lo sagrado y místico en el culto.

Y si los fieles consideran que la Misa Tridentina les ofrece ese sentido de lo sagrado y místico más que cualquier otra cosa, entonces deberíamos tener el valor de aceptar su petición.

Acerca de la oportunidad del momento y naturaleza del motu proprio, nada nos es aún conocido. Es el Santo Padre el que decidirá.

Y cuando él lo haga, nosotros deberíamos aceptar todo lo que él nos indique y con un amor genuino hacia la Iglesia nos deberíamos esforzarnos por ayudarle. Cualquier otra actitud que demostremos sólo dañaría la misión espiritual de la Iglesia y frustraría la propia voluntad de Señor.

VALLE: Como a muchos católicos de hoy, mi esposa y yo nos hemos dado cuenta de que solemos salir de la celebración de la Misa del Novus Ordo del domingo más exasperados y perplejos que espiritualmente revigorizados. ¿Por qué?

RANJITH: En la celebración del Novus Ordo tenemos que ser muy serios acerca de lo que hacemos en el altar. No puedo ser que un sacerdote que imagina en su sueño lo que hará en el Misa el siguiente día, camine hasta el altar y empiece a celebrar con toda clase de novedosas rúbricas y acciones inventadas..

La Eucaristía Sagrada le pertenece a la Iglesia. Por lo tanto, tiene un contenido propio que no puede ser dejado a la idiosincrasia del celebrante individual.

Cada elemento en la liturgia de la Iglesia tiene su propia y larga historia de desarrollo y significado. No es un asunto de tradiciones privadas y no puede ser materia de manipulación por todos y por la diversidad.

De hecho, la Sacrosanctum Concilium afirma que nadie salvo la Sede Apostólica y los obispos, donde esto sea permitido a los últimos por el primero, “nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia.” (SC 22). No obstante, notamos mucha rienda suelta en materia litúrgica en algunas áreas de la Iglesia hoy, básicamente debido al incorrecto entendimiento de la teología litúrgica.

Por ejemplo el misterio de la Santa Eucaristía ha sido a menudo mal entendido o parcialmente entendido, dejando así la puerta abierta a toda clase de abusos litúrgicos.

En la celebración de la Santa Eucaristía, algunos ponen excesivo acento en el papel presidencial del sacerdote. Pero sabemos que el sacerdote no es realmente el agente principal de lo que sucede en el altar.

Es Jesús mismo.

Además, cada celebración litúrgica tiene siempre una dimensión celestial “que se celebra en la Ciudad Santa de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos” (SC 8).

Otros explican la Eucaristía en un sentido que pone el acento en su dimensión banquete/comida, ligándola a la “comunión.” Esta también es una consideración importante, pero deberíamos recordar que no es tanto una comunión creada por quienes toman parte en la Eucaristía tanto como por el Señor mismo.

A través de la Eucaristía, el Señor nos asume a Sí y en Él somos puestos en comunión con todos los otros que se unen a Él. No es pues tanto una experiencia sociológica sino mística. Por tanto, una “comunión” Eucarística es una experiencia celestial.

Lo que es más importante es la dimensión sacrificial de la Eucaristía. Cada vez que celebramos la Eucaristía revivimos el Sacrificio del Calvario, celebrándolo como el momento de nuestra salvación.

Y este mismo hecho también constituye la única dignidad y fuente de identidad del sacerdote. El ha sido instituido por Cristo para celebrar el maravilloso misterio de cambiar este corruptible pedazo de pan en el mismo glorioso Cuerpo de Cristo y éste poco de vino en la sangre de Cristo, decretando el sacrificio del calvario por la salvación del mundo. Y esto debe vivirse, entenderse y creerse por el sacerdote cada vez que celebra la Eucaristía.

Mons. Malcom Ranjith

De hecho, la Sacrosanctum Concilium acentúa en la efectividad sacrificial y salvífica de la Misa. El sacerdote llega a ser así otro Cristo, por decirlo así. ¡Que gran vocación! Y así, si celebramos la Eucaristía devotamente, entonces los fieles cosechan un inmenso beneficio espiritual y vuelven una y otra vez en búsqueda de ese alimento celestial.

VALLE: Algunos han creído que la solución a la crisis litúrgica —y en el fondo la crisis de Fe— que afecta a la Iglesia Católica hoy sería establecer el uso exclusivo de la Misa Tridentina, en tanto que otros sostienen que todo lo que realmente necesitamos es una “reforma de la reforma,” en otras palabras, una reforma del Novus Ordo. ¿Que piensa Usted?

RANJITH: Una actitud de “o uno u otra” polarizaría innecesariamente a la Iglesia, mientras que la caridad y la preocupación pastoral deben ser los factores determinantes.

Y si el Santo Padre lo decide así, ambas pueden coexistir.

Eso no significaría que tendríamos que abandonar el Novus Ordo. Pero en la interacción de las dos tradiciones Romanas, es posible que la una pueda influir eventualmente en la otra.

No podemos decir que todo esta completo y finalizado, que nada nuevo puede pasar. De hecho, el Vaticano II nunca abogó por cambios inmediatos en la liturgia. Más bien, prefirió el cambiar a “nuevas formas [que] se desarrollen, por decirlo así, orgánicamente a partir de las ya existentes” (SC 23). Como el Cardenal Antonelli, veneradísimo miembro del Concilio que emprendió la revisión de la liturgia después del Concilio, anota en sus diarios, algunos de los cambios litúrgicos después del Concilio han sido introducidos sin mucha reflexión, de manera superficial, y convertidos luego en práctica aceptada.

Por ejemplo, la Comunión en la mano no ha sido algo que hubiera sido primero estudiado y reflexionado hasta antes de su aceptación por la Santa Sede. Fue introducida a la ligera en algunos países del norte de Europa y más tarde se convirtió en práctica aceptada, eventualmente se expandió a muchos otros sitios. Ahora bien, esta es una situación que debería haber sido evitada. El Concilio Vaticano Segundo nunca abogó por tal modo de ver la reforma litúrgica.

VALLE: Lex orandi, lex credendi, lex vivendi (“La ley de la oración (es) la ley de lo que se cree, (es) la ley de lo que se vive”). ¿Es verdad que la manera que adoramos y oramos influye en lo que creemos, y que lo que creemos influye en como vivimos? En otras palabras, en última instancia la liturgia influye nuestra vida moral, ¿Si o no?

RANJITH: Si. ¿Como podemos convencer a los fieles de hacer sacrificios en sus decisiones morales y éticas, a menos que sean primero tocados e inspirados profundamente por la gracia de Dios? Y eso pasa especialmente en la adoración, cuando el alma humana experimenta la gracia salvífica de Dios más íntimamente. En la adoración, la fe llega a ser interiorizada y se completa con inspiración y fortaleza, haciéndolo a uno capaz de tomar decisiones morales que estén en consonancia con esta fe. En la liturgia, deberíamos experimentar la cercanía de Dios a nuestros corazones tan intensamente que a su vez nosotros comencemos a creer fervientemente y fuéramos compelidos a obrar en consecuencia.

VALLE: ¿Cuales son algunas direcciones o conflictos litúrgicos actuales que necesitan corregirse?

RANJITH: Uno de ellos, desde mi punto de vista, es la costumbre de realizar liturgias ecuménicas en sustitución de la Misa dominical en algunos países, durante las cuales líderes laicos católicos y protestantes celebran juntos y éstos últimos son invitados a predicar la homilía. Las Liturgias Dominicales de la Palabra con la distribución de la Santa Comunión, cuya forma se permite en casos en los cuales no está presente un sacerdote, si se convierten así en eventos ecuménicos, pueden dar a los fieles una señal equivocada. Pueden crear la costumbre del domingo sin Eucaristía.

La Eucaristía, como Ud. sabe, hace a la Iglesia (Ed E. 21) y esto es central para nosotros los católicos. Si es tan fácilmente reemplazada por liturgias de la Palabra, o peor aún por los así llamados servicios ecuménicos de oración, la misma identidad de la Iglesia Católica queda en cuestión. Infortunadamente, oímos también de casos en los cuales la misma Eucaristía esta siendo celebrada de varios modos junto con pastores protestantes. Esto es totalmente inadmisible y constituye graviora delicta (“delito gravísimo") (MR 172).

El ecumenismo no es algo que se deje a la elección ad hoc de sacerdotes individuales. El verdadero ecumenismo, como el expuesto por el Vaticano II, proviene del corazón de la Iglesia. Por ejemplo, el camino del verdadero ecumenismo comienza con la seria reflexión de parte de quienes se cree son competentes para entrar en ese tipo de reflexión. Tales como el Concejo Pontifício para la Unidad de los Cristianos y el mismo Santo Padre. No todos tienen la competencia para saber en que sentido esta delicada búsqueda de la unidad debe ser percibida. Se necesita mucha reflexión y oración. De allí, la novedad litúrgica en nombre del ecumenismo no debería ser tratada individualmente.

Una segunda tendencia es la sustitución progresiva de la Misa celebrada por el sacerdote por un servicio paralitúrgico guiado por un laico. Esto, desde luego, puede legítimamente pasar cuando no hay sacerdote disponible y las facilidades para el cumplimiento de la obligación Dominical son escasas. Sin embargo, esta es una excepción, no la regla. Lo que es peligroso es arrinconar al sacerdote aún cuando está disponible y algún equipo pastoral de laicos se arroga para sí mismo tareas que están reservadas a los sacerdotes. Por esto quiero decir, la tendencia de tener al líder laico predicando la homilía en vez del sacerdote, aunque esté presente, o distribuir la Santa Comunión, dejando sentar libremente al sacerdote en el altar.

Debemos resaltar aquí que, como afirma el Concilio Vaticano II, [en] el sacerdocio común de los fieles y [en] el ministerial del sacerdocio “Su diferencia es esencial no solo gradual” (LG 10). Y es así gravemente arbitrario dejar a los laicos las sagradas obligaciones reservadas al sacerdote.

Lo que es muy desafortunado es la creciente tendencia en todo el mundo de convertir en laico al sacerdote y clericalizar al laico. Esto también es contra mentem (“contra la mente” o “contra la intención”) del Concilio.

Hay asimismo una creciente tendencia a sustituir la Misa del domingo con la del sábado casi como una practica “rutinaria”. En lugar de ser el domingo el verdadero día del Señor, y así un día de descanso espiritual y físico, hay un movimiento para disminuir su importancia, convergiéndolo en un día de diversiones materiales. En Dies Domini, el Papa Juan Pablo II ya avisó sobre esta desafortunada tendencia.

Un punto final al que quiero hacer relación aquí, se refiere a algunas practicas introducidas en territorios de misión, por ejemplo, en Asia, en nombre del cambio, que son contra su herencia cultural.

En algunos países asiáticos, vemos una tendencia de introducir la Comunión en la mano recibida de pie. Esto no está en armonía con la cultura asiática. Los budistas adoran postrándose con su frente tocando el suelo. Los musulmanes se quitan sus zapatos y se lavan sus pies antes de entrar a la mezquita para el culto. Los hindúes entran al templo con el pecho descubierto como símbolo de sometimiento. Cuando la gente se acerca al rey de Tailandia o al emperador de Japón, lo hacen de rodillas como señal de respeto. Pero en muchos países asiáticos la Iglesia ha introducido prácticas como simplemente una reverencia al Santísimo Sacramento en lugar de arrodillarse, estando de pie mientras se recibe la Santa Comunión, y recibir la Comunión en la mano. Y sabemos que éstas no pueden ser consideradas prácticas armónicas con la cultura asiática

Además, los laicos cuyo papel hoy está aumentando en la Iglesia no son siquiera consultados cuando esas decisiones se hacen.

Todas estas situaciones no auguran el bien para la Iglesia y necesitamos corregir estas tendencias, si deseamos que la eucaristía que celebramos se convierta, como afirma San Ignacio de Antioquía, en “medicina de inmortalidad y antídoto contra la muerte” (Eph. 20).

1 comentario:

Asociación Ronda80 dijo...

Para entender bien esta entrevista creo que es necesario leer lo que opina Ratzinger sobre la reforma litúrgica. En concreto en el libro "Mi vida" considera que el más grave error que se ha cometido es el de prohibir la Misa de San Pío V, cuando se aprobó la Misa de Paulo VI. Según él, esto nunca se había dado en la Historia de la Iglesia, donde un cambio litúrgico nunca se imponía prohibiendo lo anterior. Siempre ha habido continuidad histórica en la evolución litúrgica.
Miguel López